Es uno de los secretos mejor guardados de la ciencia.
El árbol vivo más viejo del mundo tiene 4.847 años, se llama Matusalén, en un guiño al personaje bíblico que vivió hasta los 969 años, y se encuentra en el Bosque Nacional Inyo, en el centro de California, Estados Unidos.
Así lo estableció el Laboratorio de Investigación de los Anillos de los Árboles de la Universidad de Arizona, Estados Unidos, una de las autoridades mundiales del tema.
Es un ejemplar de Pinus longaeva, la especie que descubrió en la década de 1930 Edmund Schulman, un paleontólogo que se dedicaba a fechar sequías y eventos cósmicos a través de los anillos de los árboles.
Estos pinos crecen a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, en una tierra árida azotada por vientos helados.
Y es esa adversidad del ambiente lo que los hace tan longevos.
Gracias a los intempestivos vientos, su tronco se fortalece y forma una gruesa capa de resina que los protege de la putrefacción y de parásitos u hongos.
Así que, según los expertos, Matusalén es un pino torcido, enredado en sí mismo, un árbol que parece más muerto que vivo, una suerte de escultura natural.
Sin embargo, por muchos detalles que hayan salido a la luz sobre el aspecto de Matusalén, a menos que seas uno de los científicos que lo investigan no podrás conocerlo.
El Servicio Forestal de Estados Unidos se niega a revelar sus coordenadas exactas para evitar vandalismos.
Ni siquiera se ha difundido fotografía alguna de Matusalén, por lo que la imagen que encabeza este artículo no pertenece al árbol en cuestión, sino a otro ejemplar milenario del Bosque Nacional de Inyo.
"Distinguirlo (entre los demás árboles milenarios) a simple vista es imposible", confirmó Matthew Salzer, investigador asociado del Laboratorio de la Universidad de Arizona, al diario estadounidense The New York Times.
Antecente vandálico
El celo podría considerarse excesivo si no se tuviera un antecendente.
Y es que el que el árbol que anteriormente encabezaba la lista de los más longevos sucumbió al hacha de un estudiante de geografía.
Los científicos lo llamaron Prometeo, porque creció encadenado a la montaña como el titán de la mitología griega, aunque no en el Cáucaso, sino en el Parque Nacional de las Grandes Cuencas, en Nevada (EE.UU.).
Era una reliquia de la Edad de Bronce, considerado no sólo el árbol más antiguo, sino el organismo más viejo no clonado jamás conocido.
Los científicos le calculaban 4.900 años.
Pero dejó de cumplirlos el 6 de agosto de 1964, cuando Donald R. Currey, un alumno de la Universidad de Carolina del Norte, decidió que era el ejemplar idóneo para ilustrar la investigación que estaba llevando a cabo.
Currey pretendía analizar las dinámicas del deshielo durante la Pequeña Edad de Hielo, un período frío que abarcó desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX, utilizando las técnicas de la dendrocronología, la ciencia que se ocupa de la datación de los anillos de crecimiento de los árboles.
Lo que no está claro es si Currey, en lugar de tomar una muestra del árbol, solicitó al personal del Servicio Forestal que cortara de raíz, o fue iniciativa de estos.
Sea como sea, los restos de Prometeo se guardan hoy en tres cajas de cartón en el Laboratorio de Investigación de los Anillos de los Árboles, en la Universidad de Arizona, EE.UU.
Así que, para evitar que Matusalén corra la misma suerte o su dura corteza acabe tatuada con los nombres de decenas de visitantes que llegan al parque para posar junto al árbol más viejo del mundo y compartir la fotografía en la redes sociales.
"Además, si te centras tanto en encontrar ese árbol, te pierdes literalmente la belleza del bosque", explicó a los medios Debra Schweizer, portavoz del Bosque Nacional Inyo.
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